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jueves, 7 de mayo de 2015

¡Habla!


‘¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan? Menos del 5% de artistas de la sección de arte moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos’. Esta proclama feminista, lanzada por el grupo ‘Guerrilla Girls’, señala el problema del arte en un mundo de hombres: el escaso número de mujeres artistas y su sumisión en un escenario inclinado e injustamente patriarcal. Hace treinta años del nacimiento de este colectivo reivindicativo femenino, y cuarenta de la publicación del célebre artículo de Laura Mulvey que desentrañaba la subordinación de la mujer al ojo masculino dentro de la industria cinematográfica.

Es un hecho que a lo largo de la historia, la mujer fue considerada menor de edad, sin derecho a tomar decisiones aún cuando éstas le concernían a sus intereses, como tampoco hay duda de que las creencias religiosas potenciaron esta discriminación y subordinación. No es preciso hacer un viaje muy lejano en el tiempo para comprender que la mujer es víctima de leyes propuestas y aprobadas por encorbatados señores de ideología sospechosa.

Así, la historia, y consecuentemente el arte, se convirtió en la narración del protagonismo del hombre frente a la mujer, y ahora, en cierto modo, ésta está obligada a resarcir su carga ‘filosofando a martillazos’.



En 2008, la artista jienense Cristina Lucas emprendió el más difícil de sus proyectos: se propuso destruir, a base de martillazos, una copia a escala de El Moisés de Miguel Ángel, en su performance documentada en vídeo Habla. ¿Y qué mejor obra para ‘rendir cuentas’ que la imagen colosal del legislador hebreo, padre de una tradición que incomoda a la mujer?

La leyenda de la creación de El Moisés, nos lega la imagen de un artista, tan orgulloso como furioso, que tras finalizar su obra golpeó con el martillo la rodilla de aquel coloso en un intento inútil de levantarlo de su asiento y de hacerlo hablar. Sea o no cierta esta anécdota, para la artista andaluza este hecho inicia la performance que ella misma trataría de concluir. La performance, no sólo recrea aquel mito del Renacimiento, sino que lo continúa dentro de la Postmodernidad, en un violento diálogo entre artista y escultura.

‘Algo debía decirnos Moisés a todos nosotros’, dice la artista. Se apropió y destruyó la obra del genio, para demoler con ella también el arte del pasado y sus prejuicios. Aquel barbado líder y profeta se convierte en la víctima perfecta de la mujer que quería cortar con el pasado; se transforma en la metáfora freudiana del Padre que había que matar inconscientemente para eliminar la autoridad, y en general, aquello que priva de libertad y capacidad de opción.