Translate

miércoles, 25 de junio de 2014

Estética y Teoría Crítica: Theodor Adorno [2/2]


Theodor W. Adorno. Teoría estética, 1970

Un año después del fallecimiento de Theodor Adorno (1903-1969), se publica su obra póstuma, Teoría Estética
Si Hegel concebía el arte como una confrontación entre forma (espíritu) y materia (naturaleza); la filosofía idealista hegeliana concede a la forma el dominio sobre la naturaleza, el momento formal o espiritual es superior a la materia (Naturaleza). Así, el significado artístico, surge de la manipulación de la materia, es decir, de la producción de un significado a través de la expresión. A la forma se contrapone la materia, ya que la obra de arte tiene una parte natural, en la que aún se conserva lo que no es espíritu. Hegel dice que la Naturaleza no tiene belleza porque no tiene espíritu puesto que es sólo materia. 
Ahora bien, si para Hegel la belleza artística es superior a la natural por la presencia del Espíritu, de la aportación de la expresión humana; la postura que defiende Adorno es que la negación que hace Hegel de la belleza natural se entiende como una herida. El ensalzamiento de lo espiritual frente a lo natural constituye una autonegación, es decir, el hombre niega que es Naturaleza, y se afirma como siendo solo Espíritu. Hegel niega nuestra condición humana dentro de la naturaleza. 
Adorno se distancia de Hegel en que la obra de arte, además de ser producto del espíritu, de la forma, es también materia puesto que el artista ha intervenido dando forma sobre la materia. Por ejemplo, si observamos una escultura, vemos que hay una parte formal, realizada por el artista y  rasgos que son de la propia materia, como podría ser las vetas del mármol o la madera, donde el artista no puede participar de la esencia del material. Por lo que toda obra tiene una parte formal pero también tiene una material, ya que la materia que queda tiene fuerza significante. 
Para Adorno, en lo humano, es condición indispensable la existencia de lo racional y lo natural. A diferencia de Hegel, para Adorno la naturaleza si es belleza. 
Para la Escuela de Frankfurt, y por consiguiente para Adorno, cada vez que se produce una forma la entendemos como una forma de violencia sobre la Naturaleza y el mundo. Para este filósofo es importante que el hombre sea consciente de que al representar el mundo, está creando una forma de violencia sobre la Naturaleza.
Incluso el arte, en tanto que forma, comparte esa naturaleza violenta con las formas de ordenación de lo real, pero sin embargo, en el arte aún permanece el componente material, lo que Adorno llamará mimético.
Para Adorno el arte contiene necesariamente un momento formal, pero también contiene un momento material, a-conceptual, mimético. Y quizás, lo importante de la obra es lo que no es espíritu. La obra de arte también es aquello que no ha hecho el hombre de la obra de arte. La propia materia aporta su propio significado independientemente del artista, es decir, la materia es opuesta a lo conceptual, proviene de la propia Naturaleza que no está intencionada por el artista. Adorno refleja la importancia de lo no intencionado por el artista que es la materia frente a lo intencionado por el artista que es la forma. Las cualidades del material artístico no están determinadas  totalmente por el artista.
Pero hay algo paradójico en todo esto, el arte recuerda al Espíritu que no solo es Espíritu. Pone ante sí su naturaleza material no reducible a concepto o a la razón, pero a su vez es un producto del Espíritu puesto que necesariamente tiene forma. Esta contradicción o paradoja es la también la particularidad del arte

Arte y Naturaleza

En la obra de arte la naturaleza no se expresa directamente, pero sí señala lo que no es forma, deja que recordemos a la naturaleza, pero no la presenta. La obra de arte expresa, negativamente, aquello que no es.
La obra de arte contiene un momento material (mimético) y un momento formal (lenguaje). En un sentido el momento mimético es imprescindible, puesto que no hay obra de arte sin materia, es decir, sin transformar algo en otra cosa. El propio origen del arte tiene esa vocación mimética de aproximación a la naturaleza reproduciéndola.
El momento mimético se opone al técnico-formal (lingüístico) y se corresponde con aquellos aspectos de la obra cuya presencia no está del todo dominada por la forma. Así, la obra de arte dice no solo aquello que dice su forma, sino también aquello que la materia muestra.

Las manos de Dios. Rodin

Sin embargo, el arte, especialmente el contemporáneo, aunque conserva su origen mimético no es arte mimético tal y como lo puede ser, por ejemplo, el arte clásico.
El arte contemporáneo es un arte autónomo, liberado de sus funciones cultuales en cuyo seno surgieron las prácticas que hoy llamamos arte y que se caracterizaban por su impronta mimética.
El arte autónomo ya no nos proporciona una relación supuestamente directa, natural, con el mundo. La función mimética que el arte premoderno ha satisfecho no es posible, ni deseable, ya que sería una falsa experiencia, en el mundo contemporáneo. Aunque el arte tiene su origen en esa función, su progresiva autonomía ha hecho que se desprenda de ella.

Arte premoderno. Detalle de Los horrores de la guerra. Rubens

Arte moderno. Detalle del Guernica. Picasso

Su propia naturaleza paradójica (como siendo a la vez parte de la naturaleza y parte del espíritu) otorga un potencial crítico al arte. Su tarea no es la de crear estructuras que nos permitan expresar una experiencia auténtica del mundo, sino mostrar que todo intento de dar forma al mundo, y de constituir esa experiencia, lo falsea.
         El arte moderno será, para Adorno, una forma de representación no alienante, puesto que contiene una crítica social ya que no todo depende de la forma, sino que puede hablarse de algo mimético que le permite llegar a la crítica social.
No existe, ni puede existir, expresión genuina. Toda expresión conlleva un grado de falsa conciencia.
Al señalar siempre aquello que no es espíritu, el arte, pese a ser forma, y por ello potencialmente engañoso o falseador de la experiencia, puede recordarnos que todo momento formal conlleva un momento de falsa conciencia.
El arte es un recuerdo continuo de aquello que el Espíritu deja fuera, de aquello que no es arte. Así, pese a que no puede proporcionar una experiencia directa del mundo, puede al menos hacernos tomar conciencia de las mediaciones, y de la violencia que éstas ejercen sobre el mundo, que normalmente damos por sentadas.

El arte en tanto que forma es también culpable de la violencia que se ejerce sobre el mundo. La única manera de controlar ese efecto es el de no producir una forma unificadora y placentera. La forma ha de ser tal que se resista al sentido.
Solo la forma que señala las heridas que ha dejado sobre la materia puede revelarse como verdadera: disonancia, desestructuración, etcétera. Adorno concibe la verdadera obra de arte como aquella donde la forma está incompleta, y nos muestra que no se puede exponer una forma placentera. La forma debe resultarnos incomprensible, alterada, ya que nos exige un esfuerzo al espectador.

Crucificado. Antonio Saura

Esto se debe, en parte, a que el propio contenido que se ha de expresar es un contenido negativo. Si la historia de occidente ha culminado en un episodio de extrema violencia, cualquier forma artística que trate de disimular el dolor será tan culpable como los que causaron dicho dolor.

Campo de exterminio de Auschwitz

Arte y Sociedad

Adorno reconoce que toda obra de arte surge en un contexto social y que es parte de ese contexto. Sin embargo, el arte moderno se caracteriza por su autonomía, por su independencia de otras funciones culturales.
Su autonomía es también problemática. Por un lado, su autonomía es un logro histórico, el arte premoderno no es autónomo y su función era, en un sentido, más obvia. Por otro lado, solo el arte autónomo es arte verdadero, el arte premoderno está aún bajo el embrujo de la creencia en la posibilidad de una experiencia unitaria con la naturaleza.
Sin embargo, la autonomía conlleva, de un lado, incertidumbre acerca de qué es el arte, de otro, una problemática acerca de cuál sea su relación con la realidad.
Dice Adorno en Teoría Estética: Ha llegado a ser obvio que ya no es obvio nada que tenga que ver con el arte, ni en él mismo, ni en su relación con el todo, ni si quiera su derecho a la vida (…) la libertad absoluta en el arte (…) entra en contradicción con la situación perenne de falta de libertad en el todo. En éste el lugar del arte se ha vuelto incierto. La autonomía que el arte obtuvo tras quitarse de encima su función cultual y sus secuelas se nutría de la idea de humanidad, por lo que se tambaleó cuanto menos la sociedad se volvía humana.
Justamente en su carencia de función social específica reside su función, la función del arte moderno es su carencia de función. Sólo así, en su radical separación de cualquier función social, puede la obra de arte decir algo crítico de ella.
Adorno nos dice que el arte es una promesa rota de felicidad. La obra de arte aunque nace en el mundo empírico no es sin más un fragmento de ese mundo. La obra de arte nos permite, a través de la forma y de su naturaleza ficticia, hacer referencia al mundo sin que a la vez sea parte de él. Por ello en la ficción todo vale: no está determinada por las condiciones que rigen en la vida común.
Es desde ese otro nivel desde el que la obra de arte puede ejercitar la crítica. Sin embargo, la eficacia de esa crítica es limitada y, puesto que solo es posible desde ese espacio ficticio que caracteriza a la obra, su capacidad para intervenir en la realidad es limitada. En la ficción todo vale, pero nada de lo que allí ocurra tiene por qué afectarnos en la realidad.
Para Adorno, es posible, aunque de manera muy restringida, entender el arte como mostrando esa herida que el hombre se produce a sí mismo cuando niega su naturaleza o cuando la somete a la lógica de la conceptualización. El arte, más que reconciliarnos con la naturaleza, puede mostrar las aporías de esa reconciliación y la falsedad de algunas supuestas reconciliaciones.
El arte no puede darnos una imagen positiva de nuestra relación con la naturaleza. Solo puede aspirar a mostrar dicha relación de una forma negativa, es decir, mostrando lo que no es espíritu pero a través del espíritu, es decir, de la forma. El alcance redentor del arte es, pues, más limitado, es un reducto de conciencia.

Arnold Schoenberg y la atonalidad



ARteStética @therestisnoise

No hay comentarios:

Publicar un comentario