El
abordaje de Freud tiene una doble
vertiente: por una parte se centra en la figura del artista, cuya obra está en
directa relación con su historia personal, y por otra considera el arte regido
por un proceso de simbolización, el mismo proceso que obra en el inconsciente individual
y preside la cultura.
Freud
lleva al diván de psicoanalista a algunos artistas, incluso a Leonardo. El
artículo Un recuerdo infantil de Leonardo
da Vinci es muy ilustrativo de su concepción de la psicología del artista y
de la relación de su personalidad con la obra. El artista no es un neurótico, existe un proceso de transformación
consciente de sus impulsos inconscientes en la realización de la obra. El
arte libera al artista de sus fantasías y le permite domesticar sus fantasmas.
Aquel contenido reprimido en el artista halla su expresión en la obra de arte,
que lleva sus huellas, aquellas que permitirán al psicoanalista reconstruir el
proceso generador.
El
proceso de gestación de una obra de arte es su propia vida. Inconscientemente,
el artista elegirá el tema: ‘la idea de
que los logros de un artista están internamente condicionados por las
impresiones de la infancia, la suerte, las represiones y los desengaños, nos ha
proporcionado mucha luz y ésta es la razón por la que le damos tanta importancia’.
La
determinación de la obra no se produce sólo temáticamente. Estilo, lenguaje,
forma plástica proceden de la misma fuente inconsciente. Acerca de Leonardo,
Freud hace depender la lentitud en la forma de trabajar, su imposibilidad de
dar por terminada una obra y aún la utilización del óleo en la pintura mural en
vez del fresco, de un complejo inconsciente producido por haber sido abandonado
por su padre durante sus primeros años de vida. Según Freud, Leonardo haría con
sus obras lo mismo que su padre había hecho con él.
El artista procede como
los niños en el juego. La obra de arte le sirve para
organizar y dar sentido a sus experiencias, sobre la base de un material
simbólico reelaborado. El artista se descarga de un afecto y lo domestica en el
proceso artístico.
El
mecanismo que permite en el artista la realización de este proceso de
producción de la obra de artes es la SUBLIMACIÓN,
un concepto que procede directamente del esquema de la economía mental que
tiene Freud. La sublimación es el
proceso por el cual se deriva la pulsión sexual hacia otros objetivos no
sexuales. Sobre Leonardo, dice Freud: La
observación de la vida cotidiana de los hombres nos muestra que en su mayoría
consiguen derivar hacia su actividad profesional una parte muy considerable de
sus fuerzas instintivas sexuales. El instinto sexual es particularmnte
apropiado para suministrar estas aportaciones, pues resulta susceptible de
sublimación; esto es, puede sustituir un fin próximo por otros desprovistos de
todo carácter sexual y eventualmente más valiosos.
La
personalidad del artista, dotado para la sublimación, habría sustituido
completamente su actividad sexual por la práctica de la pintura y la ciencia,
responde esencialmente a una estructura narcisista. El concepto de NARCISISMO lo elabora Freud en el texto
sobre Leonardo, lo define refiriéndose a la homosexualidad del pintor: Decimos que encuentra sus objeto eróticos
por el camino del narcisismo, refiriéndonos a la leyenda griega de aquel
adolescente llamado Narciso, al que nada era tan amado como su propia imagen,
reflejada en el agua, y que fue transformado por los dioses en la bella flor
que aún lleva su nombre. La
personalidad NARCISITA, que busca la satisfacción en sus propios procesos
mentales y desea sentirse autosuficiente, encuentra en el arte la vía para
realizar su fantasía de poder ilimitado, de creación. El arte sería un elemento intermedio entre la realidad y la imaginación:
En tanto que realidad aceptada
convencionalmente en la cual, gracias a la ilusión estética símbolos y
formaciones sustitutivas pueden provocar efectos reales, el arte construye un
imperio intermedio entre la realidad que frustra los deseos y el mundo de la
imaginación que los colma, una región en que las tendencias a la omnipotencia
de la humanidad primitiva se mantienen aún en plena vigencia. El narcisismo del arte tiene otra
vertiente; la búsqueda de la INMORTALIDAD. Gracias al arte, el artista
intenta sobrepasar su condición mortal.
Este
proceso llevado a cabo por el artista tiene su eco en el espectador, que
desanda el camino desde la obra hasta el contenido inconsciente que en ella
plasmó el artista. Lo que tan
poderosamente nos impresiona no puede ser, a mi juicio, más que la intención
del artista, en cuanto él mismo ha logrado expresarla en la obra y hacérnosla
aprensible. Sé muy bien que no puede tratarse tan sólo de una aprehensión
meramente intelectual; ha de ser suscitada también nuevamente en nosotros
aquella situación afectiva, aquella constelación psíquica que engendró en el
artista la energía impulsora de la creación. Esta identificación entre los
deseos reprimidos del artista y sus equivalentes en el espectador es la
responsable del placer estético. El
placer que el contemplador siente ante una obra de arte procede de que ésta le
permite experimentar un deseo y realizar unas fantasías que en la realidad son
reprimidas, por ejemplo, nos dice Freud, el complejo de Edipo a través del
Hamlet. Nuevamente reencontramos la sublimación, tanto en el creador como en el
receptor, como el proceso que permite desplazar el impulso sexual hacia la
apreciación de la belleza.
Freud cree que EL
ORIGEN DEL ARTE se encuentra en el psiquismo del artista. Para
ello, el tipo de biografía psicoanalítica es fundamental. Freud ataca la idea
del artista como genio, que está en la base de la tradición biográfica del
arte. El artista es un hombre, regido
por los mismos principios psíquicos que el común de los hombres. No posee
nada extraordinario, fuera de la capacidad de transformar, mediante la
sublimación, los impulsos primarios que tienen todos los humanos. El tipo de
biografía que Freud propone es desmitificadora, para así presentar a Leonardo
como un homosexual lastrado por la imposibilidad de terminar nada de lo
comenzado y a Dostoievsky como un atormentado por la culpa de sus fantasías
parricidas. La biografía freudiana se
propone no idealizar al personaje, no identificarse con él, no hacer del
artista la imagen paterna todopoderosa de las fantasías infantiles.
Freud considera los
conflictos inconscientes del artista como la verdadera fuente del arte.
Esta vía no ha sido la más fructífera para el desarrollo de la teoría del arte,
y sus supuestos siguen siendo discutibles y discutidos, por más que alguno de
sus conceptos, como el de narcisismo o el de sublimación resulten muy
sugerentes.
La
obra de arte es considerada en su valor simbólico y comparada con otras
producciones simbólicas, como los sueños. El
arte, como proceso de simbolización, se enmarca dentro de la producción de la
cultura en general. Para Freud, los contenidos inconscientes se manifiestan
en mitos, leyendas, en el folklore, en la literatura, transformados y
distorsionados. Pero el psicoanálisis puede desvelar en ellos una verdad: El método psicoanalítico de investigación
puede ser igualmente aplicado a la explicación de los fenómenos psíquicos
normales y ha hecho posible el descubrimiento de los vínculos estrechos entre
los productos psíquicos patológicos y las estructuras normales, como los
sueños, los pequeños actos fallidos de la vida cotidiana y los fenómenos
valiosos, como los chistes y los trabajos imaginarios. En La interpretación de los sueños Freud
sostiene que la coincidencia entre sueños
típicos y cuentos o poemas no se debe al azar, sino que las obras artísticas
son una transformación de los mismos símbolos que aparecen en el sueño. El
arte, como el sueño, es un texto originario, no la traducción de otro anterior.
En este sentido, la obra de arte es una estructura que debe analizarse en sí
misma, y, como en el sueño, la modificación de cualquier elemento supone la
constitución de una estructura diferente.
Cada
artista tiene su estilo, así como cada soñante tiene su propia gramática. Pero
si hasta aquí figuran las similitudes. Freud también subraya diferencias: el
arte necesita comunicar, y por lo tanto objetiva los contenidos del sueño.
Freud subrayará que el proceso consciente de elaboración de la obra de arte
según un código objetivo que la hace comunicable, la separa del sueño y el
delirio.
Estela Ocampo y Martí Perán
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