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jueves, 5 de junio de 2014

Psicoanálisis freudiano y proceso artístico



El abordaje de Freud tiene una doble vertiente: por una parte se centra en la figura del artista, cuya obra está en directa relación con su historia personal, y por otra considera el arte regido por un proceso de simbolización, el mismo proceso que obra en el inconsciente individual y preside la cultura.


Freud lleva al diván de psicoanalista a algunos artistas, incluso a Leonardo. El artículo Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci es muy ilustrativo de su concepción de la psicología del artista y de la relación de su personalidad con la obra. El artista no es un neurótico, existe un proceso de transformación consciente de sus impulsos inconscientes en la realización de la obra. El arte libera al artista de sus fantasías y le permite domesticar sus fantasmas. Aquel contenido reprimido en el artista halla su expresión en la obra de arte, que lleva sus huellas, aquellas que permitirán al psicoanalista reconstruir el proceso generador.
El proceso de gestación de una obra de arte es su propia vida. Inconscientemente, el artista elegirá el tema: ‘la idea de que los logros de un artista están internamente condicionados por las impresiones de la infancia, la suerte, las represiones y los desengaños, nos ha proporcionado mucha luz y ésta es la razón por la que le damos tanta importancia’.
La determinación de la obra no se produce sólo temáticamente. Estilo, lenguaje, forma plástica proceden de la misma fuente inconsciente. Acerca de Leonardo, Freud hace depender la lentitud en la forma de trabajar, su imposibilidad de dar por terminada una obra y aún la utilización del óleo en la pintura mural en vez del fresco, de un complejo inconsciente producido por haber sido abandonado por su padre durante sus primeros años de vida. Según Freud, Leonardo haría con sus obras lo mismo que su padre había hecho con él.
El artista procede como los niños en el juego. La obra de arte le sirve para organizar y dar sentido a sus experiencias, sobre la base de un material simbólico reelaborado. El artista se descarga de un afecto y lo domestica en el proceso artístico.
El mecanismo que permite en el artista la realización de este proceso de producción de la obra de artes es la SUBLIMACIÓN, un concepto que procede directamente del esquema de la economía mental que tiene Freud. La sublimación es el proceso por el cual se deriva la pulsión sexual hacia otros objetivos no sexuales. Sobre Leonardo, dice Freud: La observación de la vida cotidiana de los hombres nos muestra que en su mayoría consiguen derivar hacia su actividad profesional una parte muy considerable de sus fuerzas instintivas sexuales. El instinto sexual es particularmnte apropiado para suministrar estas aportaciones, pues resulta susceptible de sublimación; esto es, puede sustituir un fin próximo por otros desprovistos de todo carácter sexual y eventualmente más valiosos.
La personalidad del artista, dotado para la sublimación, habría sustituido completamente su actividad sexual por la práctica de la pintura y la ciencia­, responde esencialmente a una estructura narcisista. El concepto de NARCISISMO lo elabora Freud en el texto sobre Leonardo, lo define refiriéndose a la homosexualidad del pintor: Decimos que encuentra sus objeto eróticos por el camino del narcisismo, refiriéndonos a la leyenda griega de aquel adolescente llamado Narciso, al que nada era tan amado como su propia imagen, reflejada en el agua, y que fue transformado por los dioses en la bella flor que aún lleva su nombre. La personalidad NARCISITA, que busca la satisfacción en sus propios procesos mentales y desea sentirse autosuficiente, encuentra en el arte la vía para realizar su fantasía de poder ilimitado, de creación. El arte sería un elemento intermedio entre la realidad y la imaginación: En tanto que realidad aceptada convencionalmente en la cual, gracias a la ilusión estética símbolos y formaciones sustitutivas pueden provocar efectos reales, el arte construye un imperio intermedio entre la realidad que frustra los deseos y el mundo de la imaginación que los colma, una región en que las tendencias a la omnipotencia de la humanidad primitiva se mantienen aún en plena vigencia. El narcisismo del arte tiene otra vertiente; la búsqueda de la INMORTALIDAD. Gracias al arte, el artista intenta sobrepasar su condición mortal.
Este proceso llevado a cabo por el artista tiene su eco en el espectador, que desanda el camino desde la obra hasta el contenido inconsciente que en ella plasmó el artista. Lo que tan poderosamente nos impresiona no puede ser, a mi juicio, más que la intención del artista, en cuanto él mismo ha logrado expresarla en la obra y hacérnosla aprensible. Sé muy bien que no puede tratarse tan sólo de una aprehensión meramente intelectual; ha de ser suscitada también nuevamente en nosotros aquella situación afectiva, aquella constelación psíquica que engendró en el artista la energía impulsora de la creación. Esta identificación entre los deseos reprimidos del artista y sus equivalentes en el espectador es la responsable del placer estético. El placer que el contemplador siente ante una obra de arte procede de que ésta le permite experimentar un deseo y realizar unas fantasías que en la realidad son reprimidas, por ejemplo, nos dice Freud, el complejo de Edipo a través del Hamlet. Nuevamente reencontramos la sublimación, tanto en el creador como en el receptor, como el proceso que permite desplazar el impulso sexual hacia la apreciación de la belleza.
Freud cree que EL ORIGEN DEL ARTE se encuentra en el psiquismo del artista. Para ello, el tipo de biografía psicoanalítica es fundamental. Freud ataca la idea del artista como genio, que está en la base de la tradición biográfica del arte. El artista es un hombre, regido por los mismos principios psíquicos que el común de los hombres. No posee nada extraordinario, fuera de la capacidad de transformar, mediante la sublimación, los impulsos primarios que tienen todos los humanos. El tipo de biografía que Freud propone es desmitificadora, para así presentar a Leonardo como un homosexual lastrado por la imposibilidad de terminar nada de lo comenzado y a Dostoievsky como un atormentado por la culpa de sus fantasías parricidas. La biografía freudiana se propone no idealizar al personaje, no identificarse con él, no hacer del artista la imagen paterna todopoderosa de las fantasías infantiles.
Freud considera los conflictos inconscientes del artista como la verdadera fuente del arte. Esta vía no ha sido la más fructífera para el desarrollo de la teoría del arte, y sus supuestos siguen siendo discutibles y discutidos, por más que alguno de sus conceptos, como el de narcisismo o el de sublimación resulten muy sugerentes.
La obra de arte es considerada en su valor simbólico y comparada con otras producciones simbólicas, como los sueños. El arte, como proceso de simbolización, se enmarca dentro de la producción de la cultura en general. Para Freud, los contenidos inconscientes se manifiestan en mitos, leyendas, en el folklore, en la literatura, transformados y distorsionados. Pero el psicoanálisis puede desvelar en ellos una verdad: El método psicoanalítico de investigación puede ser igualmente aplicado a la explicación de los fenómenos psíquicos normales y ha hecho posible el descubrimiento de los vínculos estrechos entre los productos psíquicos patológicos y las estructuras normales, como los sueños, los pequeños actos fallidos de la vida cotidiana y los fenómenos valiosos, como los chistes y los trabajos imaginarios. En La interpretación de los sueños Freud sostiene que la coincidencia entre sueños típicos y cuentos o poemas no se debe al azar, sino que las obras artísticas son una transformación de los mismos símbolos que aparecen en el sueño. El arte, como el sueño, es un texto originario, no la traducción de otro anterior. En este sentido, la obra de arte es una estructura que debe analizarse en sí misma, y, como en el sueño, la modificación de cualquier elemento supone la constitución de una estructura diferente.
Cada artista tiene su estilo, así como cada soñante tiene su propia gramática. Pero si hasta aquí figuran las similitudes. Freud también subraya diferencias: el arte necesita comunicar, y por lo tanto objetiva los contenidos del sueño. Freud subrayará que el proceso consciente de elaboración de la obra de arte según un código objetivo que la hace comunicable, la separa del sueño y el delirio.


Estela Ocampo y Martí Perán

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